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LA ANSIEDAD

LA ANSIEDAD

El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es mucho más de lo que una persona normal con ansiedad experimenta en su vida diaria. Son preocupación y tensión crónicas aún cuando nada parece provocarlas. El padecer este trastorno significa anticipar siempre un desastre, frecuentemente preocupándose excesivamente por la salud, el dinero, la familia o el trabajo. Sin embargo, a veces, la raíz de la preocupación es difícil de localizar. El simple hecho de pensar en afrontar el día puede provocar ansiedad.

Las personas que padecen de TAG no parecen poder deshacerse de sus inquietudes aún cuando generalmente comprenden que su ansiedad es más intensa de lo que la situación justifica.

Frecuentemente tienen trabajo en conciliar el sueño o en permanecer dormidos. Sus preocupaciones van acompañadas de síntomas físicos, especialmente temblores, contracciones nerviosas, tensión muscular, dolores de cabeza, irritabilidad, transpiración o accesos de calor. Pueden sentirse mareadas o que les falta el aire. Pueden sentir náusea o que tienen que ir al baño frecuentemente. O pueden sentir como si tuvieran un nudo en la garganta.

Por lo general, el daño asociado con TAG es ligero y las personas con ese trastorno no se sienten restringidas dentro del medio social o en el trabajo. A diferencia de muchos otros trastornos de ansiedad, las personas con TAG no necesariamente evitan ciertas situaciones como resultado de su trastorno. Sin embargo, si éste es severo, el TAG puede ser muy debilitante, resultando en dificultad para llevar a cabo hasta las actividades diarias más simples.

El TAG se presenta gradualmente y afecta con mayor frecuencia a personas en su niñez o adolescencia, pero también puede comenzar en la edad adulta. Es más común en las mujeres que en los hombres y con frecuencia ocurre en los familiares de las personas afectadas. Se diagnostica cuando alguien pasa cuando menos 6 meses preocupándose excesivamente por varios problemas diarios.


EL SINDROME DEL NIDO VACIO

EL SINDROME DEL NIDO VACIO

Existe una época de la vida de algunas mujeres en que el alejamiento de los hijos las hace reflexionar sobre su lugar propio en este mundo y la validez de su proyecto de vida.

Lo cierto es que, cuando los hijos comienzan a tomar vuelo propio para dejar el nido, se plantea uno de los momentos más difíciles para aquellas mujeres que han construido su proyecto de vida sobre la base de una familia regular.

En realidad, no depende de ser hombre o mujer, sino de cuáles son los recursos con que se cuenta para continuar encontrando sentido a la existencia.

Vivimos en un mundo en el que ser mujer está muy fuertemente relacionado con ser madre, y la relación con los hijos constituye, por lo tanto, un pilar muy importante de la identidad femenina.

Todavía en la actualidad muchas mujeres adquieren el estatus de tales a través de su rol de madre-de-sus-hijos, relación que se funda para toda la vida, pero que cambia de forma con el transcurso del tiempo. En la medida en que los niños las necesitan menos y crean otros lazos, suele producirse este tipo específico de alteración del ánimo que se denomina SNV. La madre siente el vacío del nido como un vacío en su identidad. Al no haber construido otros espacios de desarrollo personal, muchas mujeres carecerán de actividad y hasta se sentirán inútiles al no tener ya la responsabilidad de velar por los hijos.

Estamos ante un síndrome, ya que el desorden que nos ocupa se presenta como un conjunto de síntomas. También se lo ha llamado síndrome postmaternal, haciendo referencia a su aparición luego de que la tarea de madre ha llegado a un punto aparentemente inactivo.

Ni es posible evitar el proceso de autonomía de los hijos ni tampoco resultaría psicológicamente saludable. Pero cuando uno –o una– comprende la inevitabilidad de los procesos está en condición de comenzar a trabajar atribuyéndoles una nueva significación. Lo que normalmente nos obligaría a vivirlo como una pérdida, podría por ejemplo ser asumido como un periodo de creciente libertad y posibilidades de autodesarrollo.

Muchas son las herramientas al alcance de aquellas que quieran enfrentar la realidad: terapias psicológicas, grupos de autoayuda, actividades de recreación, estudio, nuevos panoramas laborales, etc. Acercarse a un profesional siempre puede ayudar.